“EL SABER EN EL NIÑO” *La investigación infantil, curiosidad, miedos y sus explicaciones*
– Hablamos del niño como persona y como sujeto, decimos sujeto en tanto responde desde una subjetividad, desde ese marco simbólico. Enseña Lacan en su explicación del Estadio del Espejo, que el niño ha de hacerse un cuerpo propio quiere decir que ha de construirse una imagen, no le vienen dados, lo mismo sucede con el lenguaje. Mucho antes de hablar, ha realizado un trabajo sobre la lengua de la que trata de apropiarse. El lenguaje no es solamente palabra, es constitutivo de la estructura misma del sujeto.
– Desde la enseñanza de Lacan decimos que la palabra del niño no es vacía, su saber es auténtico, igual que en el adulto, está lleno de sentido. Sin embargo, es frecuente escuchar que se adjudica a los decires de los niños una ingenuidad o una no responsabilidad sobre lo que dice. Es decir, se tiende a negar la categoría de sujeto responsable, implicado en lo que dice.
– Las historias que cuentan a veces provocan risas, sin embargo remiten a una subjetividad, a otro lugar que no es el de un diálogo banal entre semejantes; ponen en juego sus propias construcciones sobre sus relaciones con el mundo. NO PODEMOS DESCONOCER ESE NIÑO QUE HAY EN LA AGUDEZA DE SUS DICHOS.
En psicoanálisis el niño es considerado como alguien que sabe, no como alguien que sufre sin saber porqué. Buscaremos la conexión entre lo que dice y su sufrimiento, a través de sus dichos.
– El niño cuando nace es biológicamente dependiente, sin embargo tiene una estructura subjetiva. Desde antes de nacer sus padres hablan, piensan en él o ella, se imaginan una niña o un niño con tales o cuales rasgos; es decir anticipan un deseo que le da un lugar en el mundo. Está inscripto en un orden simbólico, en la historia de la familia, será ese el lugar desde el cual y a través del cual responderá a las demandas.
¿Qué dicen los niños?
– Cuando el niño tiene un malestar los padres se inquietan, le piden palabras que lo comprometan. Quieren saber qué siente, qué piensa. Ya aquí podemos decir con contundencia que el niño tiene palabra.
– A partir de ahí situamos al niño como sujeto, RESPONSABLE DE SU SUBJETIVIDAD, de su modo de responder ante el otro (madre, maestros), de su posición en sus relaciones.
– Esta ubicación del niño como deseante, como responsable de desear explica la importancia que tiene el hecho de que el niño tiene un interés que le es PROPIO y que no siempre es coincidente con lo que los padres y los educadores se proponen lograr en él.
– Sabemos desde Freud que los niños despiertan al deseo de saber a partir de la CURIOSIDAD por temas que tienen relación con la vida, la muerte, el nacimiento, la procreación y el origen. Cuando comienzan a preguntar es el momento en el que están elaborando sus propias teorías. Piensan que sus padres saben sobre los enigmas de la vida pero que les esconden las respuestas.
– Cuando ellos descubren que los adultos no tienen el poder de leer el pensamiento es cuando surgen las mentiras infantiles (las mentiras infantiles, las fantasías son una suerte de reserva inconsciente). Hay que decir que es en este momento, cuando él no cree en lo que saben los adultos, que el niño adquiere autonomía de pensamiento. Es en ese acto en el que se despliega la palabra en su autenticidad.
– Lacan acuña un concepto: “verite”, para referirse a la verdad propia. Ésta desplaza un saber dando lugar a la creación en la singularidad de cada uno.
– Ahora, esta actividad investigativa se pone en marcha a partir de acontecimientos del cuerpo: así, el niño se interroga sobre sus pulsiones e investiga sensaciones en su propio cuerpo.
– En estas primeras experiencias, el niño puede sentir que queda fuera de ese lugar ideal en la familia y en el que imaginaba que era aceptado de manera incondicional. Aquí surge la conexión entre la satisfacción que encuentra en el cuerpo y la desaprobación de los adultos.
– En este contexto surge la necesidad del niño de tener respuestas a las situaciones en las cuales él entreve una amenaza para sus intereses. Por ejemplo, el nacimiento de otro niño ya que implica una pérdida de amor.
– Las primeras preguntas que ocupan al niño no son sobre las relaciones sexuales sino las del origen de los niños, de dónde vienen los niños.
– Lo que el niño busca en la reiteración de sus preguntas y en la insistencia de sus pedidos no es, precisamente, una respuesta. A veces, cuando la tiene, dice: “ya lo sabía”, “es así, pero de otra manera”. Busca un índice del reconocimiento de ‘su deseo’. Esto es posible cuando el otro (en muchas ocasiones la madre) no tiene respuesta: la falta de respuesta se puede entender en el sentido de una pregunta del niño: ¿qué quiere mi madre? o ¿qué quiere mi madre cuando se va?: el conocimiento de un deseo en la madre fuera de él hará la reserva inconsciente, lo que el niño reprime. Entonces: el silencio, la ausencia de la madre funcionan como enigma y ES ALLI DONDE EL NIÑO VA A CONSTRUIR UN SABER.
La función del padre
– El padre abre al saber, ¿qué decimos con esto? Que el padre se introduce en ese universo materno filial como alguien a quien la madre dirigirá la mirada más allá del niño. Hablamos de la función paterna (como interdicción, como ley que viene a ordenar esa satisfacción de la ilusión del amor). La madre desea y si desea es porque le falta algo fuera del niño. Para que se dé ese momento es condición que el niño haya reprimido esa satisfacción que será la reserva energética que le permitirá SABER, DESEAR…
– Entonces, para sinterizar: el niño está entre dos exigencias: la suya propia (que es lo que centra su curiosidad) y los ideales de los padres que le son también propios ya que depende del deseo del otro, llámense instancias parentales, educativas, sociales.
¿Qué pide el niño?
– Cabe preguntarse: ¿qué pide el niño? “¿El niño pide saber?”. El niño pide allí donde el adulto se siente impotente para responder. Los cuentos, los mitos, son recursos a través de los cuales el niño realiza elaboraciones que le permiten desarrollar SUS teorías sobre los enigmas de la vida, su lugar en las relaciones con padres y hermanos y en la escuela, lugar donde establece los primeros vínculos sociales, fuera de la vida familiar. Si pensamos desde los padres impulsados por la imagen ideal que tienen del niño, la búsqueda es particular y no coincide con el interés que mueve al niño en ese momento. MAS BIEN LAS EXPECTATIVAS IDEALES COARTAN LA ESPONTANEIDAD DE LAS PREGUNTAS QUE EL NIÑO PUEDE PLANTEARSE.
– El amor que sostiene el interés del sujeto va en contra de la evolución que el niño puede iniciar naturalmente, en esto no hay más que pensar en esa imagen ideal del niño en el seno de la familia (es como una foto familiar). El niño puede quedar fuera de esa imagen ideal cuando advierte que esa satisfacción cuestiona los ideales familiares, sociales, etc.
– Los padres le piden y esperan algo que EN ESE MOMENTO es diferente a la inquietud que embarga al niño, insisto. La búsqueda estaría en contra del interesado si pensamos al niño en su subjetividad. Está interesado en otro saber: el que impulsa su curiosidad, ESTA CURIOSIDAD DEL NIÑO ES INHERENTE A SU SER PARTICULAR, y – luego – en proyección a lo social al saber institucional.
– En resumen, podemos afirmar que existe una conexión clara entre lo que el niño dice y el sufrimiento que padece. En otras palabras, resulta impensable acceder al alma infantil sin priorizar su propio discurso. Por lo tanto, es fundamental dejar de lado la tendencia a interpretar al niño desde otra perspectiva que no sea la suya propia. Es decir, EL NIÑO POSEE UN SABER. Un saber, conocido o no, pero desde el cual desplegará su propio relato. En este sentido, es importante resaltar que la palabra del niño es clave para su tratamiento. En definitiva, pues: AL NIÑO HAY QUE ESCUCHARLO.
Norma Lafuente
norma.lafuente@gmail.com
Artículo muy interesante y útil, tanto para profesional como para padres y docentes. Expone de un modo pedagógico y claro como se considera al niño desde el enfoque psicoanalítico lacaniano.